Resistencia, represión y el No rotundo al diálogo
Continuamos inmersos en una enorme tristeza colectiva, local y nacional, por la cantidad indeterminada de muertes y desapariciones de esa nueva ciudadanía que se está manifestando en las calles populares de Cali y Colombia. El caso de Cali es dramático, no solo por aquello que más duele: la muerte de hermanos colombianos en las calles, manifestantes e integrantes de la policía, también por todas las consecuencias que los bloqueos ocasionan para la economía local y regional, y con ello todos los fenómenos de desabastecimiento general, incrementos y especulación. Infortunadamente, el señor Iván Duque, quien ocupa la silla presidencial de Colombia, vive ensimismado en su imagen y su voz, desafía caprichosa y orgullosamente a los colombianos que protestan con más represión, y ha desatendido el clamor de los manifestantes. Incapaz de reaccionar y dialogar, laúnica respuesta ha sido la brutal represión en las calles. Su postura altiva y beligerante se confirma con la inversión desmedida, y en plena pandemia, para la compra de armas y de toda clase de elementos bélicos y contundentes con los que ha impactado a los manifestantes en las calles.
Las organizaciones de derechos humanos continúan denunciando toda clase de violaciones y atropellos por parte de las fuerzas de seguridad del estado: desapariciones forzadas, violencia homicida, excesos y tratos inhumanos como torturas. Esta es la radiografía aproximada de un país como Colombia, un país inviable con un proceso de paz hecho trizas, con una débil gobernabilidad, porque la persona que ocupa la silla presidencial es incapaz de mostrar la grandeza humana y sensatez mínima que un gobernante debe tener para la resolución de un conflicto de manera pacífica. Lo anterior, se evidencia en el repudio que expresa mediáticamente por la muerte de policías, frente al ruidoso silencio frente a la muerte de decenas de civiles a los que juró proteger y respetar sus derechos. Por omisión también sé es culpable. Demasiado diciente el vacío de ética y moral de un presidente que cree que hay muertos buenos y muertos malos entre sus gobernados. Las estrategias dilatorias, las detenciones ‘preventivas’ y la militarización de las ciudades, ordenadas por el presidente más impopular en la historia de este país, solo tendrán como consecuencia un derrame de sangre sin precedentes entre hermanos de un mismo pueblo.
¿Cómo consolar a los amigos, madres, padres y familias que hoy lloran a sus seres queridos, manifestantes y policías?, ¿a todos los que han sufrido los excesos de violencia de uno y otro lado?, ¿cómo posibilitar el estrechón de manos y abrazos entre hermanos de un mismo pueblo, si quienes toman las decisiones locales, regionales y nacionales, y sobre todo quienes en cuerpo ajeno las ordenan, solo proceden en pro de sus intereses mezquinos y sangrientos?, ¿cómo reconciliar a un pueblo que está roto por dentro, al cual estas profundas heridas no sanarán en poco tiempo?
Desde Sonido Urbano elevamos la voz para decir a este gobierno indolente: ¡Ni un muerto más!